La sordera progresiva

Quiero encontrar en mi, infinitamente, cada día, a cada segundo, la fuerza para poder tomar un camino áspero que no promete nada | pero que asegura mi sinceridad conmigo mismo. Ya no es perseguir que el día de mi muerte me reciba un coro angelical, o poder escapar del Samsara o que las naciones erijan una estatua en reconocimiento a mi bondad. Todo eso, al menos para mi, son cosas que ya escaparon de mi entendimiento e interés reales. Lo único que espero ya es simplemente ser sincero conmigo mismo habiendo descubierto la importancia que tengo para mí. Pero por otra parte pugna en mí (en todos nosotros) una fuerza enorme, inabarcable, que me lleva a rendirme, a decir 'cuando consiga un buen trabajo', 'cuando acabe el verano', cuando a las ranas les crezca pelo;

¿Por qué? ¿Por qué no cojo el macuto y salgo corriendo, aunque sólo sea por miedo o por la vergüenza que debería tener de ser tan apático?

'Vives atado a mí, locura.
¿Necesitas todo esto tanto...?'

Todos somos iguales, igualmente conscientes, igualmente capaces. Todos sabemos, como ya dije antes, lo que separa lo que está bien de lo que está mal. Sabemos que hay que esforzarse, comprometerse con la bondad para ser buenos, sabemos que las personas bondadosas lo son por empeño, no por aptitud, uno no nace preparado para ser bueno o malo. Entonces si todo esto es así, ¿por qué unos viven la vida y otros se esmeran en la vida? ¿No será, quizá, que lo que nos separe a los unos de los otros, mas allá de género, raza o cultura, es nuestro margen de admitir, de tragarse | hundir fuertemente nuestras ideas? ¿De poco a poco, ahora teniendo esta novia tan genial y divertida, me voy intentando olvidar de todo eso, y que cuando mañana quiera un buen trabajo para poder mantener la felicidad que mi pareja me proporciona todavía ignore, más fuertemente, el Sí y el No totales? ¿Has dejado de oír ese grito desgarrador? ¿Quién nos ha robado, amigo, nuestra voluntad?

Dice Victor Hugo que "el que dice luz no dice necesariamente goces. También se padece en la luz, porque el exceso quema. La llama es enemiga de las alas". Podemos interpretar que la oscuridad que necesitamos es un velo para los sentidos, los sentidos que nos advierten de la realidad que nos abrasa. Queremos escondernos de esa realidad, que en su plenitud, si vemos como es completamente, abrasaría nuestra capacidad para rechazar lo difícil y lo sincero o para actuar con pragmatismo. Una luz catastrófica que cegaría nuestros ojos, ojos que sólo han visto ilusiones hasta entonces.