En qué nos definimos | Qué nos llamamos

Las cosas que nos dice el mundo y que con el tiempo, la fuerza de nuestra indiferencia hace que sea parte de nosotros de la forma más imperceptible y extraña:

"Forma parte de algo grande", "Siéntete orgulloso de pertenecer a las fuerzas armadas", "Federico era un gran futbolista" (Entónese todo esto de forma entusiasta, ayudará a darle una naturaleza mucho más ridícula que la de que por sí tiene, que no es poca). ¿Perdón? ¿Qué tiene de malo no formar parte de nada que no sea yo? ¿Tengo que pertenecer a algo que no sean mis ideas para ser alguien? ¿Realmente quiero ser (aunque sólo sea por vanidad, ya da igual a estas alturas), un futbolista hoy o el día de mañana para los demás o para mi mismo?


¿Vales tan poco para ti mismo como para esperar una calificación?


Si reforzamos nuestra identidad con elementos que no sea individuales, ¿estamos esforzándonos entonces por que nuestro yo se disperse hasta no tener ni integridad ni consistencia? Si definimos nuestra identidad con conceptos, ideas u objetos que pueden ser caducos o resultarte insustanciales el día de mañana, ¿nos habremos aplicado mas allá de nuestras convicciones** en que nuestro interior sea mortal | con la falta de implicación? Y por último: Si nombramos nuestro yo con palabras sin significado, y nos decimos "yo soy Juan, yo soy Juan", ¿hacemos exitosamente de nosotros algo sin significado? "¡Eh, mi padre se llamaba Juan, y también mi abuelo y bisabuelo...!". Bien, ¿y eso que significa? Tu no eres Juan, no quieras engañarte, ni tampoco eres español y menos todavía promotor de construcciones. Tu eres simple y llanamente lo que hagas de ti, que puede ser tan ridículo y caduco como "Juan, el promotor español", o como lo que demonios debas de ser ahí dentro, por escondido que esté.


Pero "Dios, Patria y Rey", quédate con eso. O con tu importantísima lengua nativa, lucha por preservarla y llamarte euskaldun. Malgasta tu vida entera diciéndote socialista o profesional, lo que te dé la gana. Es mucho más sencillo ser Juan.

**Quizá tus convicciones estén atadas a la inexistencia de algo relevante o más allá de la muerte, pero en ese caso o no tienes por qué esforzarte en recordarte todos los días lo inmensamente frágil que eres o simplemente, deja de leer este estúpido pastiche.

¿Estoy siendo hoy acertado?

¿Estoy en lo cierto cuando hoy las cosas son tan sencillas y defiendo una vida de sacrificio? O tener razón por estar en contraposición:


No estoy equivocado cuando mi objetivo actual es buscar la repulsa de los demás: Si tuviera una manera de pensar adaptativa y cómoda para los demás (digamos una esquematización que alguien que no fuera yo pudiera aceptar), estaría tomando un camino equivocado, porque lo que necesito es encontrar la no aceptación del pensamiento colectivo, | la opinión cómoda y actual*. Tengo que descubrir las ideas genuinamente mías, que por ser propias no sean colectivas:


» “¿Me estoy aplicando demasiado?” Nunca es demasiado cuando ha de serlo todo.


» “¿Cabe la posibilidad de que esté equivocado?” No, ya que soy yo el que conoce, o mejor, puede llegar a conocer los aspectos relevantes** de mi vida y tomar decisiones respecto a mi propio total. Aunque la experiencia a posteriori nos diga que la verdad total era otra, esto no es mas que mera ilusión, vanidad velada.


» “¿Cuánto falta de madurez en todo esto como para que pueda tomar una decisión respecto a mi propio total?” Nada. Nunca falta nada de esa madurez, ya que es en el momento exacto, este mismo instante, cuando tenemos en consideración todo lo que nos resulta prioritario.


» “¿Por qué tengo que esforzarme para diferenciar lo importante de lo que no lo es, por considerar lo que ahora no considero?” Porque realmente no hay nada nuevo en todo esto, tan sólo la pretensión de quitar de en medio todo lo que no es puramente nuestro y así poder tomar decisiones puramente propias.


Este es el tipo de preguntas que necesitamos oír de motu propio. Preguntas que constantemente nos hacemos pero que todo lo que nos rodea las esconde profundamente. Y las respuestas han de ser siempre las mismas: “No estoy equivocado”, “Tengo que divorciarme de todo esto”, “He de ser total y absolutamente consecuente, porque la entrega total con mis convicciones es lo único que me puede unir a mi mismo, a mantenerme en mi mismo”. Son respuestas implicadas, muestras de lo mártires que somos para nuestro yo. Porque si nosotros no nos sacrificamos para nosotros mismos, “¿Quién va a tener renuncia por mi?”¿Acaso espero que otra persona que no sea yo mismo pierda o deje de ganar algo para mi?”. Yo soy la persona más importante en mi vida porque soy el único que puede llevar a cabo mis convicciones, sería de estúpidos esperar que otro lo hiciera por mí.


Es todo esto lo que fundamenta la validez única del sacrificio, de que la incomodidad, a pesar de no ser necesaria*, es la única herramienta con la que contamos para ser nosotros mismos.

*Esto no significa que alguien no pueda compartir mis opiniones, alguien personal, si no que voy a estar en contraposición a la manera de pensar heterogénea.

**Cuando soy yo, y tan sólo yo, el que conoce lo que es relevante y lo que no.

*Innecesaria para ser feliz, para disfrutar de la vida con una sonrisa, una familia y un reconocimiento.

¿Quién esperas que te saque las castañas del fuego?

Hace poco tuve que hacer introspección sobre lo que para mi significaba el concepto de amistad, y por qué inspiraba lo que me inspiraba. De nuevo, con mi maniática obsesividad me vi haciendo una suerte de prioridades, buscando lo que realmente valía sobre todo eso y lo que no, y caí en un pequeño detalle: El abismo que nos separa sobre todo lo que no es nuestra propia identidad;


'Porque quizá no sea un buen amigo cuando lo que pretendo de los demás sea la claridad en sus sentimientos, una claridad que permita trascender de los impulsos infantiles de celo y posesividad;


Si entiendo que lo importante no es lo que comparta si no lo que sienta, porque el sentimiento es lo que da sostenibilidad a la memoria que tenga de lo que haya compartido, es el sentimiento lo que me da la verdadera experiencia | el sentimiento que pone en orden mi vida y no mis impulsos, instintos de vivencia.

»¿Es entonces cuando entiendo mal la amistad cuando lo que pretendo y veo son sentimientos en vez de un cúmulo de momentos? ¿Soy un mal amigo cuando siento y no recuerdo?


Ahora es cuando lo veo diáfano, claro en todos sus aspectos: La amistad es importante cuando yo la hago importante por lo que sienta y no por el tiempo empleado, las experiencias vividas | porque si fuera por vivencias tendría que limitar la pasión de mis acciones, racionar mis sacrificios para con esa persona en base a lo vivido, por lo tanto nunca podría progresar ya que siempre tendría un margen de acción acotado por factores que no dependieran de mi | cuando realmente los sentimientos nacen de mi para morir en mi, son intrínsecamente yo.


'¿Qué he hecho yo por ti?', palabras que me recuerdan, pretenden chantaje de razón. Gestos que dedican su esfuerzo a ser retribuidos, a obtener una recompensa mundana y fuera de toda pureza. Podrás seguir dando de comer a los cerdos con palabras como esas, porque es eso lo que tienes de mi: Una ceba para que el día de mañana no te falte de mi. ¡Que te aproveche, maldito comerciante de sentimientos baratos!'


Quizá demasiado poético, pero pretendí plasmar lo hipócrita que me antojaba tener en consideración una relación en base a lo vivido y no a lo que en ese instante sintiera uno mismo, que es lo puramente válido. Yo puedo tener muchas experiencias con una persona y que realmente no me importe demasiado, aunque todo lo que haya vivido con ella sea positivo, y por el contrario puedo pasionalmente querer a una persona apenas conociéndola, y esa persona será importante para mí. Claro que entiendo que este es un ejemplo un poco áspero, a casi nadie le parecerá válido porque todos contamos los años desde los que nos conocemos los unos y los otros... 'Cuánto hemos vivido juntos, ¿eh?', y sin embargo apenas te conozco, el día que me faltes echaré inmensamente de menos lo que he vivido contigo y no lo que eres, porque todo eso lo desconozco, nunca me has interesado realmente a pesar de que la vida ha cruzado nuestros caminos tantas y tantas veces. Incluso aunque haya tenido genuino interés, ahora, en este momento, ¿qué siento yo por ti? ¿Estoy alimentando alguna pasión por ti a día de hoy? Pero espera, todavía hay mas:


Lo voy a personalizar, entonces, ya que no espero que nadie lo vea como yo: ¿Con quién tengo verdadero magnetismo*? ¿Quién es importante para mí entonces si no soy yo, si lo importante de los demás es lo que yo sienta? ¿Quién va a pagar la apuesta por mí? ¿No puedo ni siquiera esperar que mi madre viva mi vida a cambio de la suya? Entiendo que si tanto como hay personas importantes en mi vida yo lo sea para la de otros, mas, ¿hasta que punto? ¿Qué personas son esas? ¿Podemos depender de toda esa inseguridad si está en juego todo lo que seamos o dejemos de ser?

*Atracción mutua, palpable y espontánea, mas allá de que sea o no inconveniente y dolorosa. Ya no valiente o arriesgado, no tienen cabida ni siquiera esas calificaciones para algo tan puramente homogéneo.

¿No estás harto de ti?

Miramos a los demás con una excusa barata de distancia, | ficticia frontera inabarcable entre los unos y los otros que nos permite, de forma irrevocable para nuestra omnipresente inteligencia justificar con la actitud de los que nos rodean, de lo que tienen y de lo que desean todas las personas que son lo que -importante- no somos nosotros todo lo que hacemos y dejamos de hacer, y de igual manera, al mismo tiempo, sabernos mejor que nadie | encontrar faltas injustificables en los demás. Y ahí está la fractura de nuestra razón, lo lógico que rompe la propia lógica, lo social que se vuelve asocial por ser social;


Somos realmente increíbles, con una ceguera ante las evidencias que es el summum de la estúpida inteligencia. Pondré un ejemplo un poco extenso para poder explicarme: Pongámonos en el pellejo de un cristiano devoto, creyente de veras e incluso consecuente con las ideas y enseñanzas de Cristo (alguno habrá, digo yo...). Podemos también, siendo nosotros él para este ejercicio, contar con que le surge la inmensa duda sobre qué significa la bondad. Y contemos también con que tiene tan extraña linea de pensamientos:


'Si tuviera que responder a la pregunta '¿podrías citar a algún hombre bueno?', siendo cristiano como soy el primer nombre que a la cabeza me vendría sería Jesucristo. Creo que es bueno porque bajó de los cielos para vivir como hombre una vida de renuncia y sacrificio, dedicó todas sus fuerzas a aleccionar, inspirar y ayudar a todo aquel con el que se cruzaba, y puesta su vida en peligro no ofreció resistencia a sacrificarla para salvar al hombre de su pecado. Incluso aunque no fuera cristiano Jesús seguiría siendo un buen ejemplo de bondad.


»Sin embargo, hay otros ejemplos de bondad. De bondad extrema e incondicional. De hecho, si soy riguroso, puedo encontrar ejemplos de una bondad más incondicional que la de Jesucristo. Los aguadores en el accidente de la central nuclear de Chernobil. Murieron cientos de ellos. Recuerdo que en fecha del accidente Ucrania era territorio soviético, y que el partido comunista predicaba su ateísmo marxista. Bueno, esto tampoco quiere decir que la población fuera atea, pero si somos un poco concesivos podemos pensar que algunos de aquellos aguadores tenían una convicción atea. Estos aguadores, con la misma heroicidad que el resto de sus compañeros, sacrificaron su vida para intentar sepultar el material radiactivo o frenar un escape. Sacrificaron su vida para que las personas de su entorno... Para que su nación... Espera: ¿Para qué sacrifica su vida una persona que piensa que sus acciones no tienen trascendencia, que cuando pierda su vida (que es lo único que piensa que tiene, lo único relevante) no será absolutamente nada? ¿No es esto una bondad sin límites? De hecho, si tengo que comparar, Cristo actuó casi gratuitamente, sabiéndose en el reino de los cielos a su muerte. ¿Qué mérito tiene sacrificar la vida si sabes que, a ciencia cierta, vas a tener una eterna existencia plena y feliz? ¡¿Qué diablos significa esto?! ¿Hasta un acto redentor vale nada?'


»Pero te contaré un secreto, de todas maneras: Este es un ejemplo completamente inválido desde el principio: ¿Qué cristiano pondría en tela de juicio o bajo comparaciones el acto puro de Cristo, sabiéndose cobijado en la sinrazón respetuosa de no pensar? Si yo fuera cristiano, jamás me atrevería a pensar de esta forma sobre Jesús, si yo fuera musulmán jamás me atrevería a pensar de esta forma sobre Mahoma, si yo fuera amante jamás me atrevería a caer en comparativa de otras personas, si yo fuera hijo y ser hijo fuera importante para mí no me atrevería a pensar nunca, de ninguna manera ('¿cómo se me podría ocurrir?'), que hay padres mejores, que hay padres que tienen un punto de vista más acertado en la educación o en el cariño. Y este escudo nos sirve tanto para no poder nunca valorar cómo nos comportamos en lo que pretendemos ser como para atacar cuanto nos rodea sin tener que exponernos, en la amable cobertura del respeto*.


Sin embargo, a pesar de que los demás no somos nosotros, nosotros somos exactamente iguales a los demás: Si fuéramos sinceros, completamente consecuentes, daríamos evidencia al no poder atacar por atacarnos a nosotros mismos, aún prefiriendo atacar, en vez de tal y como hacemos ahora, importándonos un bledo lo que podamos significar para lo venidero y para nuestra conciencia profunda, | escondiéndonos a nosotros mismos lo que realmente hacemos, guardando a nuestro propio yo las vergüenzas en el oscuro cajón del colectivo. ¿No te harta no pensar, buscar justificaciones por todas partes? ¿No te harta no poder moverte, aplastado por el cuerpo de las ideas de los demás que echas sobre ti mismo, por tu propia comodidad? ¿No te harta pensar que tú sigues, día tras día, año tras año, haciendo tan poco como el resto y sin embargo intentado tomar un tono de voz aleccionador, dices '¡porque yo...!'


Pasan los años, los malditos siglos, y el ser humano no puede ser más soberanamente imbécil, no puede ser más endiabladamente listillo y manipulador.

*Un respeto que por supuesto, no existe en absoluto. Es tan sólo apariencia, una política tan estética como lo son los derechos fundamentales. Yo respeto tanto en mi interior tu forma de pensar, de ser o de vestir como de real tiene que todas las personas tienen derecho a una vivienda digna. Seamos sinceros, por mucho que yo te abra la puerta diciendo 'Pase, señora, ¿necesita ayuda?' por dentro hablo de ti empezando por 'Puta burguesa'. Ahí está mi respeto: Se limita a mis manos y a mi boca, pero aún siendo lo más importante respetarte desde dentro... Oh, no, eso no lo haré, tengo derecho a despreciarte, tú ya tienes tu respeto. Puedes hacerte un traje con el si te da la gana, mucha gente lo hace.

"¡Espera, he cambiado de opinión!"

Sinceramente, no pienso que haya que rechazar de pleno a la vida y mortificarse continuamente para hacer algo verdadero por nosotros*, pero también pienso sinceramente que nuestra naturaleza humana no está preparada para enfrentarse íntegramente a su propia identidad, tan consciente y plenamente realista, tan extremadamente inteligente:


Tras una vida sin percibir el telón de acero, una vida en la que nos acunamos y adormilamos en la condescendencia, es verdaderamente natural que en el instante que nuestra propia verdad nos golpee lo haga con tanta fuerza que nos haga sentir tan culpables para nosotros mismos, tan cobardes y miserables que queramos con absoluto deseo que todo revierta, que toda esa ignorancia esté de vuelta para envolvernos con el suave tejido de las excusas que nos hacía felices. Es verdaderamente real que en ese instante nuestro instinto nos cree un vacío, | una desazón infinita que constantemente pugne por devolvernos la tranquilidad a nuestras vidas, nuestros pequeños momentos de felicidad por los que hemos luchado tanto. Y esa desazón, mientras nosotros estemos en el filo de esta afilada navaja, siempre va a estar ahí, amenazándonos con el sufrimiento, dándonos sufrimiento y prometiéndonos su cura, luchando enconadamente por que cambiemos de opinión:


Es la desazón que nos tortura, en su sentido mas literal, para mutar nuestros pareceres profundos. Pero no podemos olvidar qué parte de nosotros agrede en este instante, porque si lo hacemos habremos perdido la batalla antes de empezarla.

*Si busco la bondad, no tengo por qué perderlo todo por ella. No, hay muchas cosas buenas que puedo hacer a mi comunidad: Comedores sociales, centros de inserción, apoyo a discapacitados... No tengo por qué poner la línea divisoria en un punto tal que mi vida no tenga un sostén para mantenerse, pero tengo que saber dónde está la 'sostenibilidad' y dónde la comodidad. ¿Hace cuánto que no nos esmeramos en encontrar esa línea?

La sordera progresiva

Quiero encontrar en mi, infinitamente, cada día, a cada segundo, la fuerza para poder tomar un camino áspero que no promete nada | pero que asegura mi sinceridad conmigo mismo. Ya no es perseguir que el día de mi muerte me reciba un coro angelical, o poder escapar del Samsara o que las naciones erijan una estatua en reconocimiento a mi bondad. Todo eso, al menos para mi, son cosas que ya escaparon de mi entendimiento e interés reales. Lo único que espero ya es simplemente ser sincero conmigo mismo habiendo descubierto la importancia que tengo para mí. Pero por otra parte pugna en mí (en todos nosotros) una fuerza enorme, inabarcable, que me lleva a rendirme, a decir 'cuando consiga un buen trabajo', 'cuando acabe el verano', cuando a las ranas les crezca pelo;

¿Por qué? ¿Por qué no cojo el macuto y salgo corriendo, aunque sólo sea por miedo o por la vergüenza que debería tener de ser tan apático?

'Vives atado a mí, locura.
¿Necesitas todo esto tanto...?'

Todos somos iguales, igualmente conscientes, igualmente capaces. Todos sabemos, como ya dije antes, lo que separa lo que está bien de lo que está mal. Sabemos que hay que esforzarse, comprometerse con la bondad para ser buenos, sabemos que las personas bondadosas lo son por empeño, no por aptitud, uno no nace preparado para ser bueno o malo. Entonces si todo esto es así, ¿por qué unos viven la vida y otros se esmeran en la vida? ¿No será, quizá, que lo que nos separe a los unos de los otros, mas allá de género, raza o cultura, es nuestro margen de admitir, de tragarse | hundir fuertemente nuestras ideas? ¿De poco a poco, ahora teniendo esta novia tan genial y divertida, me voy intentando olvidar de todo eso, y que cuando mañana quiera un buen trabajo para poder mantener la felicidad que mi pareja me proporciona todavía ignore, más fuertemente, el Sí y el No totales? ¿Has dejado de oír ese grito desgarrador? ¿Quién nos ha robado, amigo, nuestra voluntad?

Dice Victor Hugo que "el que dice luz no dice necesariamente goces. También se padece en la luz, porque el exceso quema. La llama es enemiga de las alas". Podemos interpretar que la oscuridad que necesitamos es un velo para los sentidos, los sentidos que nos advierten de la realidad que nos abrasa. Queremos escondernos de esa realidad, que en su plenitud, si vemos como es completamente, abrasaría nuestra capacidad para rechazar lo difícil y lo sincero o para actuar con pragmatismo. Una luz catastrófica que cegaría nuestros ojos, ojos que sólo han visto ilusiones hasta entonces.

Lo irrelevante que se desvanece

Los que tenemos la triste fortuna, vivimos en la sociedad de consumo. Cuanto más tienes, más eres, a medida que más puedes abarcar, más necesario es enumerar, catalogar y coleccionar cada baratija social que se nos presente. Cuanto más vemos en los demás, más necesitamos para nosotros mismos, porque '¡Oh, mira que juvenil y guapa está Raquel con ese vestido, ojalá yo me viera tan lozana! ¡Quiero verme así, necesito que mi esposo me vea así!', y entonces esas necesidades se convierten en prioridades, ocupan nuestra mente vacía de nosotros mismos y nos transforman, de nuevo, en una desapasionada víctima de nuestra pusilanimidad. Pero afortunadamente tenemos dinero para convertir esas necesidades en algo pasajero, en algo que tan sólo durante un tiempo limitado nos afecte, y lo que era importante desaparece en una nube de humo para ser sustituida por unas maravillosas vacaciones, suscripción a esa interesante revista o una exclusiva invitación a un restaurante de moda. O todavía más común, más al alcance de cualquiera: Asistir religiosamente a la emisión diaria de tal novela, acudir con los colegas al bar de la esquina y tomar unas copas tranquilamente o disfrutar de Internet para estar al tanto de tus correos al momento*.

¡Basta! ¡Rompe la cadena del conformismo! ¿Pero realmente es posible que no te des cuenta que jamás conseguirá nadie tener todo lo que se le antoje? Mejor, mejor: ¿No te das cuenta que nada de esto vale absoluta y definitivamente nada? ¡Apaga el televisor! No... Quizá pongan algo entretenido. Quizá alguien tan imbécil como yo** venda su vida en cinco minutos de 'protagonismo' por treinta monedas de plata.

»O comenzamos a ver la vacuidad en todo esto o la cadena seguirá avanzando perpetuamente, afianzándonos a este suelo mugriento hasta el día que muramos, en el que si tenemos fortuna, toda esa triste fortuna, nos atenderá en exclusiva un prestigioso equipo médico que sabrá como hacer de nuestra muerte algo cómodo e indoloro. Quizá hasta podamos morir dormidos (esa dulcísima muerte), sin enterarnos de que dejamos todo por hacer.
*'¡Un empresario moderno como tú necesita estar puntualmente informado!' o 'Ahora eres para mí un neurótico empresario y dentro de diez minutos me vendrá muy bien que seduzcas a tu pareja con esta fragancia que sólo un borrego** como tú creería exclusiva'.
**Como tú, como yo, como todos nosotros. Aquí nadie se libra de ser un imbécil.

"¡Eh, esto es importante (Me encantaría que lo fuera)!"

'Vivo luchando porque mis hijos aprendan valores reales. Trabajo en lo que trabajo para poder pagarles una educación a la medida de lo que yo pienso que es aceptable, y siempre que puedo intento darles lecciones que en el día de mañana a ellos les sirvan de tablas para salir adelante. Mis hijos son lo más importante en mi vida y mi vida se centra en que ellos puedan aprender de mí.';


Menudo individuo. Con menudos individuos nos cruzamos a lo largo de la vida, ¿verdad? Al fin y al cabo, ¿quién no querría tener este padre? ¿Quién no querría tener ese amante paralelo, que fuera la viva imagen del respeto, la consideración y la correspondencia? ¿Acaso alguien no desearía tener ese vecino perfecto, ese eficientísimo empleado que más que persona parece un electrodoméstico perfectamente programado para cumplir su función?


»¿Por qué nos tenemos que limitar a los demás, siempre a lo que nos rodea? No digo que ciertas prioridades no sean válidas, lo que digo es que siempre se acaba enfocando desde el punto de vista opuesto al que realmente no vivimos nunca: Si yo creo en el amor puro y sin tacha en el aspecto romántico consumiré mi vida no sólo por satisfacerme, si no por conocerlo, afectar mi espíritu y mi corazón con el calor que irradien mis sentimientos, y no pretender si no saber que viviré de ellos. Sufrir en el amor por vivirlo realmente. Y luego vendrán esas personas que me inspiren amor, mi amor: La comodidad está, incluso en la idea mas entregada, en aposentar el peso y la responsabilidad de nuestras supuestas prioridades sobre todo lo que no sea nosotros mismos.



Si quiero divorciar mi imagen de la de un autómata perfecto... ¿cómo lo hago? Buscando el yo, no el yo para los demás o para el entorno. '¿Entonces, hemos de ser nosotros lo primero para nosotros mismos? Vaya idea mas repugnante y poco válida...'. Tú no eres importante, lo importante es lo que de ti derive. ¿Te resulta repugnante tener individualidad? Entonces poco te separa del autómata, excepto tu asco por ti mismo. Asco por no poder estar todo lo cómodo que deseas, cómodo sin reflexión ni sacrificio | como un autómata.


Las personas van y vienen, eso nos lo enseña la vida constantemente (luego estamos los que, también constantemente no queremos verlo por darle un valor romántico y hermoso -cómodo- a todas nuestras convicciones), pero nosotros vamos a estar siempre para nosotros mismos. Yo nunca me separaré de mi, hasta el día en el que eso ya no tenga relevancia. Como ese padre abnegado, que entiende que lo primero en su vida son Fulano y Mengano, sus hijos, y el día que ya no estén su vida no tendrá sentido aún siguiendo vivo, su existencia será un sinsentido | para él, por no saber poner el orden incómodo (tan innecesario) desde el principio.


Me gusta mucho ejemplificarme en el amor romántico;


Tal y como yo lo he sentido en mi mismo y visto en los demás de la manera mas sincera posible, es uno de los sentimientos mas arrolladores que podemos experimentar, y también de los más comunes. Viviéndolo, somos capaces de presentarnos como el más virtuoso caballero, sin tacha ni falta, o como la bestia voraz más vergonzosa y manipuladora que podamos imaginar. Todos hemos tenido esas dos formas, y las dos las hemos visto después, en algún curioso arrebato de sinceridad, como la verdadera manera de ser personal.


»Es tan grande la fuerza de esos sentimientos que cuando los vivimos nos cambian en muchos aspectos de forma permanente. Mas... Siempre ha de haber un pero. Porque si yo te pregunto '¿Qué significa para ti el amor*?' me darás un nombre o dos, personas que te hayan inspirado todo esto, o dirás cosas horribles sobre 'toda esa basura' y pensarás que bajo ningún concepto merece el esfuerzo de sentirlo. ¿Por qué estas dos opciones? Eso tiene una misma respuesta: ¿Que ocurre si descubres que detrás de alguno de esos nombres se ocultaba una persona completamente distinta a la que tú admirabas, que tanto te afectaba por su aparente forma de ser? ¿Qué haces con tus sentimientos? Los mutilas, haces de su significado algo que ya no es válido para ti, algo infantil y destructivo que vomitas de tu vida porque no deseas el dolor que te ha provocado. El hecho de que tú hicieras de esas personas avatares de lo importante ha cambiado el significado natural de lo intrínsecamente importante, pero sólo para ti. ¿Puede el amor ser importante? Obviamente sí. ¿Debe serlo Mengano, el amor de tu vida, o tu padre al cual admiras, el hijo o hermano que da sentido a cada uno de tus alientos? Seamos fríos: ¿Debe serlo, cuando los sentimientos vienen de nuestro interior?


*En el aspecto romántico o platónico, ya que entiendo que todo el mundo vea otros aspectos, como el filial o el devoto, pero estos no vienen exactamente al ejemplo, aunque como ya más tarde se verá también se pueden extrapolar en este sentido.

¿Me mantengo sobre mi mismo - o sobre el mundo?

'- ¿Y qué sabe de la vida?

- Bueno, he sobrevivido a la guerra... Me he casado, he tenido hijos...'

      Gran Torino, Clint Eastwood.



Y éstas parecen las palabras que casi todos nosotros, en pura esencia, podríamos decir de la vida. 'Me he casado, he tenido hijos.' He vivido. Eso es lo que he hecho. He estado en este mundo buscando lo relevante para mí fuera de mí. Mi fin último en esta vida ha sido tener una brillante carrera profesional, un matrimonio pleno y una prole a la cual he enseñado, como mis padres a mí, a vivir en este mundo. Para atender las normas sociales, a respetar a mi familia y a ser trabajador. A cumplir religiosamente unas pautas para escapar del dolor innecesario.


Llevamos relajados | y atemperados toda la vida. Hemos moderado la fuerza interior que nos lleva a luchar por nuestras convicciones, a dulcificar todo rastro de pasión en los aspectos cruciales de la vida: Si nos mostramos pasionales en el amor romántico, estamos obsesionados, si nos mostramos pasionales en la fe somos unos fanáticos, o si lo hacemos en cualquier otro aspecto social somos intolerantes, y todo esto nos engrilleta al mundo, | al mundo que nos hace 'aceptables' y productivos. Vivimos siendo aceptables para el resto, cambiando de color según la ocasión que se nos presente: Somos el diligente comercial en el trabajo, el cariñoso esposo para nuestra pareja y el amistoso aleccionador para nuestros hijos. ¿Y qué somos para nosotros mismos?:


Somos cumplidores miembros de la sociedad, pero para nosotros mismos no somos nada porque con nosotros mismos no somos nada.


Ahora seamos críticos con nuestro habitual prisma para un individuo que muestre la misma actitud en toda situación*, que sea continuamente consecuente con su manera de pensar sin margen a cambiar su manera de ver lo prioritario: Entonces ese es un individuo obsesionado, fanático, intolerante. Ah, no, la sociedad no quiere eso. Tu esposa no quiere eso, tus hijos no quieren ver que su padre es alguien, quieren ver a un padre en su padre. No podemos olvidar que vivimos en el mundo, y hay cosas que por ser esto cierto han de ser ciertas también, | mas para nosotros mismos ha de haber algo, ciertamente.


Míralo ahora si quieres de una manera egoísta (esto suele funcionar mucho mejor para la mentalidad actual): Tú eres tú para ti, no para nadie más. ¿Significa esto que nada que no venga de ti tiene tu importancia final? Bueno, eso tan sólo depende de lo que para ti tenga una importancia final, ¿no te parece? Pero... ¿A que es cierto que para tu manera de valorar las cosas, tan social y atemperada, esto te empieza a parecer desagradable?

*No hablo de una persona que no sepa ser diligente, o cariñosa o aleccionadora en su momento, sino que esos aspectos sean secundarios en su actitud.

La Opinión colectiva - El escudo

Mucho me temo que esto, incluso para mi mismo, se asemeja demasiado a cavar en la arena: Llega un momento en el que no consigues nada porque las paredes del agujero caen sobre el propio fondo continuamente, y pronto te cansas viendo que esto no es práctico. Todavía peor cuando es, como no puede ser de otra forma, un trabajo personal. Y aún lo pondré peor para esta empresa: Cuando todos los que tienes a tu alrededor te excomulgan de la innecesaria carga de enfrentarte a ti mismo | oponiéndose a lo innecesario, tú mismo acabas restándole importancia a lo único que la tiene:



¿Cómo puedo, vanidoso de mi, aspirar oponerme a mi y a la lógica objetiva afirmando que esta es una prioridad real? ¿Acaso no veo la satisfacción en los demás, || esos demás que ahora imagino judgando esta actitud ya no reprochable sino estúpida? ¿Pretendo tener la razón...?


Manejamos nuestra vida buscando la cobertura, el respaldo de nuestro razonamiento y no de la conciencia, la aprobación del colectivo que nos permita olvidarnos de lo que permanentemente está ahí y nos empuja, insistentemente, a ser lo que realmente somos. Para la opinión colectiva, puedes ser un zapatero, y tú en la opinión colectiva, para ti si entras en ese juego, serás un zapatero. ¿Pero eres un zapatero? ¿Eso es lo que intrínsecamente eres? ¿En tu fuero interno eres Fulano de Tal, pareja de Mengano de Cual? No, no, al menos para mi no quiero eso.


Está muy bien decir '¡Eh! ¿Qué demonios? ¿No es esto, todo lo que me rodea, por lo que llevo trabajando todo este tiempo? ¿Acaso no conozco yo mejor que nadie todo este esfuerzo? Ni hablar, no pienso cambiar las tornas ahora porque tenga un capricho pasajero, llevo teniendo dudas toda mi vida y mira, ¡aquí estoy, he logrado todo esto!', pero llevas teniendo dudas toda tu vida por ese capricho que ojalá | fuera tan pasajero como te resulta. Ahora piensa quién dice esas palabras, si eres tú, realmente, o tu vanidad herida, desvelada más bien, como hacía tiempo que no estaba.


»Piensa en si esas palabras son tu parecer íntimo | o tus opiniones, tu escudo, tan surtido y variado en recursos, tan lleno de remaches y arreglos que ya no queda nada de lo que realmente era.

El precio del compromiso

Hay veces que me sorprendo conmigo mismo leyendo las noticias y dejando que todo eso resbale por mi piel como lo hace el aire. Es similar a estar ahí pero esconder tu presencia, como cuando en una incómoda fiesta pretendemos desaparecer y conseguimos 'no estar' para los demás. Y realmente es fácil, es un no implicarse, | desvanecer toda responsabilidad, que es de lo más idóneo para nuestra naturaleza epicúrea. Por otra parte está el alto precio de las cosas, todo ese peso infinito, el cual desconocemos totalmente. Oh, ¿cómo? ¿Insinuas que...?:


Claro, comprometerse. Eso es duro. Y todavía es más duro cuando te dices: 'Se acabó, he tomado tal decisión y voy a ser inflexible'. Y contra más bajito lo digas, (mucho peor si tan sólo lo piensas) más te hiere. Porque un compromiso para con otra persona se puede terminar en base a la relación que crezca con ella, y entonces si esa relación te duele, o ves que no está saliendo como deseabas o incluso tal vez circunstancias externas deterioran todo esto... Digamos que en ese caso es relativamente fácil tragarte tus promesas y mandar todo eso al garete buscando la excusa en la opinión de los demás, 'al fin y al cabo esto ha sido objetivamente así', dices, y encontrarás a personas que perfectamente sepan darte unas buenas palmaditas en la espalda. Pero, ¡ay de cuando te comprometes para ti mismo! ¿Dónde están ahora las objetividades? No, no, esa es una actitud retrógrada, será mejor que inteligentemente adapte mi mentalidad, mi manera de ver las cosas | 'será mejor que evite comprometerme'.


»Pero, ¿qué demonios? ¿Acaso te has comprometido contigo de una manera seria* alguna vez? ¿Sabes lo que te podría costar o si realmente provocaría que tu vida convulsionara? Aunque claro, quizá estés muy satisfecho con todo lo que tienes delante de tus ojos, quizá la vida que llevas ahora y el fruto que te proporciona es tan maravillosamente dulce que, tristemente, todo ese compromiso inútil te sobre. Ciertamente, vuelves a tener razón: A nuestras vidas les sobra todo compromiso, aceptémosolo.


A nuestras cómodas vidas, llenas de eventos, responsabilidades, circunstancias y condiciones les sobra el desconocido precio del compromiso.

*¿'Me sacaré la carrera en cuatro años' o '¡Este es en verdad, mi último cigarrillo!' te resulta válido para esto? Entonces será mejor que tires esta completa inutilidad a la basura y te sientas increíblemente orgulloso de tus logros personales.

Lo que tu y yo podemos hacer - La capacidad innata

Voy conduciendo a la noche en una carretera rodeada de bosque. Hace unos kilómetros he tenido un fortuito encontronazo con un conejo, que sorprendido por los focos, se ha quedado paralizado en mitad de la carretera durante unos segundos e inevitablemente ha perdido la vida contra el parachoques de mi automóvil. Se me ha pasado el susto (intentando salvar al animal he dado un frenazo y casi pierdo el control del coche), y ahora intento explicarme por qué, por qué demonios aquel conejo no se ha apartado. Y pienso: 'Es de noche, así que ha tenido que oír el rugido de mi motor a cientos de metros. Además, su cuerpo está preparado para huir de sus predadores, así que es imposible que de haberlo intentado, no hubiera podido apartarse de mi trayectoria...'. Casi me siento hasta culpable, pensando en que los focos de mi coche cegaron e inmovilizaron al animal y por eso ha perdido la vida. Pero se me escapa lo fundamental: Que ese conejo estaba perfectamente preparado para salvar el pellejo: | tenía una capacidad innata.

»Ahora bien, ¿qué nos separa de aquel conejo? ¿No tenemos todos la misma capacidad para con nuestro intimo yo?;


'Tratas de confundirme, conformismo.

Me quieres atado a estas paredes,

mirando continuamente las mismas manos -vacías de fuerza y valor-.

Tú, humanidad,

quieres de mi la vulgaridad más penosa y arrastrada,

quieres que por vanidad no tenga orgullo.

¡Despégate de mi, asqueroso!'


¿Vas a decirte tú ahora que es demasiado tarde, o que es demasiado absurdo? ¿Vas a lapidar tu voluntad de nuevo con satisfacción y decirte, después de sentirte un poco raro durante un par de días, que tienes 'todo por lo que has luchado*'? Mejor lo llamamos crisis de los cuarenta, si te apetece. Quizá no tengas cuarenta años, probablemente, aunque si los tienes lo mismo da. No importa, es todo la misma inmundicia, día tras día. Aunque una cosa te diré: Estás, indefectiblemente, luchando contra ti mismo, de una manera u otra. Porque si haces caso omiso de ese faro de tu corazón, de tu ser más íntimo, que te avisa de que vas por el mal camino**, indefectiblemente estás luchando contra ti mismo. Y si por el contrario encuentras la importancia y deshechas lo lógico y lo conformista estarás indefectiblemente luchando, ya lo creo, contra ti mismo. Pero piensa en una cosa: Si durante toda tu vida has logrado vencerte, con astucia e inteligencia | silenciando constantemente tu propia naturaleza (tu fin único y personal), ¿por qué no habrías de poder hacerlo ahora?;

¿No sera: 'Porque aun no teniendo nada me parece de lo más inconveniente.'? Cuidado, otra vez la sagacidad me está jugando una mala pasada.

*Y créeme, tendrás toda la razón en este aspecto.

**Y entonces, a cada segundo que dejes pasar, a cada segundo que ignores las señas del faro y te alejes de el, su luz se irá perdiendo poco a poco, haciéndose más débil y haciendo de la tarea de llegar a buen puerto algo a cada instante más difícil... ¡Afina la vista!

"¿Para qué? ¿No es esto lo importante?" - Oblómov

Ahora hay que tener cuidado, no obstante. Incurrir en las prioridades forzadas y manipuladas, coger un caleidoscopio nuevo para ver a través de el todo lo que nos ha rodeado hasta ahora | en vez de arrancarte todo velo, todo prisma de la mirada es tan fácil como dejarse seducir por la más sugerente comida, por la más atractiva idea.


Otra vez, ¡mira! Yo no voy a decirte (no puedo) que es lo que hay de verdad, por lo que tienes que luchar o mostrar un esfuerzo verdadero. Pero te diré que sí soy capaz de mostrarte cuándo sabes tú lo que no lo es;


Todo tiene su truco, como el prestidigitador juega con nuestra mirada nosotros jugamos con nuestros principios, bombardeándolos con bienestar o con la necesidad de bienestar. Sólo hay que ser selectivo: Es cómodo vivir siendo un ignorante. Es fácil vivir con la tranquilidad de poder adaptarse y cambiar frente a las situaciones, es sencillo también apreciar las cosas alcanzables y mundanas. Cuando estamos satisfechos, saciados | y viviendo con naturalidad el día a día, estamos vacíos. Lo importante es incómodo, nos compromete y pide de nosotros más de lo que, siendo pragmáticos o tan sólo prácticos, y eso lo somos todos en algún aspecto de nuestras vidas*, somos capaces de dar. Cuando empecemos a hacer sacrificios reales por algo, cuando estemos en conflicto con nuestro yo atado a la realidad, es entonces cuando habremos ganado algo tangible de veras.

»¿Es realmente bondadoso apremiar tortuosamente la iniciativa de buscar lo que no existe**, o es simplemente lo que realmente puede ser bondadoso? Quizá el sacrificio más grande, el más válido que pueda hacer el hombre por sí mismo y para los demás sea el sacrificio de la propia realidad para tener algo valedero por lo que vivir, ofrecer toda esa razón que nos conecta con la materialidad y la funcionalidad. ¿Es ahora cuando lo práctico se vuelve estéril y lo inútil e inalcanzable es lo únicamente aceptable? ¿Es hoy cuando ya no quiero éxito en mi vida para buscarle un sentido, si necesito una total y absoluta pérdida de lo poseíble y alcanzable para ser -a pesar de no querer serlo- válido?


'¿Para qué? ¿Como puedes decirme tú que esto no es lo importante en mi vida? ¿Cómo siendo mi vida única para mí voy a tener que encontrar algo que no sea la autorrealización, la satisfacción y por ende, la felicidad en mi vida? ¿Es que no es la alegría y la tranquilidad suficientemente válidas que ahora las tengo que sustituir por sacrificios que lo más probable es que no me reporten nada?'. Para qué... Es cierto, de veras: Que si lo máximo que aspiras a alcanzar en esta vida es tu felicidad, no mereces otra cosa que no sea la felicidad. O mejor, créeme, todavía mejor: Si lo máximo, lo más importante que entiendes de esta vida es la felicidad, ahí la tienes. ¿Deseas que te la envuelva como regalo?

*Cuando vamos a tener que poner en juego todos los aspectos de nuestra vida, de poco vale ser condescendiente con uno mismo y ponerse excusas de tipo 'Este es mi momento del día', o 'Ya me lo perdonarás, es mi único vicio'.

**Científicamente, de manera matemática y exacta.

¿De qué nos sirve todo esto?

'...A veces nos vemos fuera de control,

como arrancados de un espejo roto.


¿Qué nos queda para entender en esos momentos?

¿A qué nos podemos aferrar?


La negación de nuestras infantiles prioridades,

creer que nosotros estemos fuera de este juego...'


Este es un pequeño fragmento de un poema que escribí pensando en lo que ahora pretendo expresar. Fíjate, en este instante, en todo lo que te rodea. Una cartera, quizá, que te lleve a pensar en los documentos que ahí llevas y su función, las llaves de tu casa o tal vez de tu habitación. La ropa (¡si, también te rodea!), '¿Qué le pasa a mi ropa?', que te viste y te guarda del frío. También cuentas con cosas que no son objetos, pero que siguen estando ahí, por ejemplo ese malestar de la espalda o la cita de trabajo que tienes dentro de un par de horas... Y toda esta sucesión es cuasiinfinita. Es absolutamente la totalidad de lo que nos rodea, que nos provoca impresión tras impresión en un círculo cerrado del que apenas puede uno escapar.

»Quiero compartir contigo, durante unos instantes, la arrolladora sensación que me provoca este hecho, el de las mil cositas, que agolpadas la una tras la otra, constantemente, 'rescatan' a nuestra mente de caer en la obviedad de que nada de eso es nuestro intrínsecamente. Como, con una aptitud terapéutica*, hacen de lo válido estéril y yermo terreno de barbecho, | esperando día tras día, año tras año, a que cultives en su durísima tierra, llena de piedras y barrida por un viento azotador, pero de frutos fuertes y duraderos. Observa que tengo que recurrir a la repugnancia para referirme a todo ello por ser incapaz de tener una relación sana con mi entorno, porque soy incapaz de encontrar un equilibrio entre lo que pienso que es importante y lo que no lo es;

Sería maravilloso tener esa madurez que me regalara la posibilidad de vivir conectado al mundo, disfrutando de él y lo que me ofrece, y a su vez estar también conectado conmigo mismo, tener presente de manera permanente lo que soy y lo que pienso de manera valedera. Pero tengo que recurrir a la repugnancia. ¿Tienes tú que recurrir a la repugnancia cuando por despiste caes en lo importante? »Y con esto quiero decir: Ahora que intuyes lo que realmente te provoca indecisión, inseguridad, ¿pretendes hacer que vivir por ello es un absurdo romántico? Te pregunto, ¿pretendes resguardarte de la tormenta bajo el cómodo, comodísimo techo de la opinión colectiva?


Pero la pregunta que de verdad nos golpea es: ¿De qué nos sirven todas estas inevitabilidades? Te mantienen en el mundo, sí. Físicamente. ¿Para qué vivimos si meramente vivimos? Ahora, ¿estás pensando en tus hijos, o en las personas sobre las que tienes influencia? ¿Son esas personas las que hacen que sigas viviendo, a pesar que aunque sólo -¡tan sólo!- sea en este aspecto no hagas nada por que ellas no vivan meramente? ¿Entiendes lo que te digo cuando afirmo que estamos de paso por este mundo, | que seguiremos estando de paso mientras no nos sacrifiquemos por -por, no para- nosotros mismos? Ahora, ¿imaginas morir sin haber realizado ni un sólo esfuerzo real, morir tibio y sin peso ni para ti ni para nadie?;


Una casa, un automóvil, una asignación, una responsabilidad. Un 'mantenerte en este mundo manteniéndote en este mundo'. Yo no puedo atreverme a afirmar: '¡Eh, esa actitud tuya, te sobra!'. Pero sí puedo aseverar 'Esta actitud me sobra, me estorba'.

*¡Lo trataremos, no se preocupe! Con este programa ocupacional olvidará su depresión... ¡Por todos los dioses! ¿No te provoca arcadas?

La Incomodidad

Te propongo un ejemplo, quizá de modo evocador y recordatorio: Cuando éramos niños, y haciendo un día estupendo nos tocaba lamentablemente estudiar, surgía en nosotros (en todos, todos hemos sido niños), un curioso comportamiento. Veámonos, a través de la ventana de la memoria sentados en nuestro pupitre, con el bostezo estirando los labios y un pesadísimo tema que aprender delante de nuestras narices. "¿Para qué?" No nos apetecía estudiar, y entonces sucedía. Todo era maravillosamente seductor: Este lápiz de colores, esa bombilla encendida y el gorrión que comía migas en el alféizar. ¡Incluso una mosca, maravillosa maravillosa mosca! ¿No te sientes insultado? Pues voy a ayudarte a ello. Porque el libro a estudiar es esa pequeña cosa continuamente presente, eso que sabemos que es importante pero que pretendemos evadir, con maravillosas y estúpidas moscas y bombillas, todas ineludibles, todas presentes, pero todas y cada una de ellas inútiles. Pero aún hay un símil más: ¿Recuerdas esa sensación de evasión que teníamos respecto al libro? Pues es exactamente la misma que tenemos ahora, segundo tras segundo. Y la hemos vivido tanto que ni la sentimos. Pero, con otro juego, la subiremos a la palestra durante un momento, y lo vamos a hacer en ti y en mi;


Es muy sencillo, se hace notar con las cosas que tienen relevancia en nuestro fuero interno. Sólo tenemos que recordar durante un breve instante algo que pretendamos evitar, como una amistad perdida o esa promesa que te hiciste al respecto de tus creencias, y luego reflexionar sobre el peso que ha tenido en nuestro día a día desde entonces. Te encarezco a que lo hagas (¡estamos en confianza, date unos minutos!), et voilà, ahí está esa incomodísima sensación. ¿Sabes que es lo que ocurre? Que estamos muy acostumbrados, y más que día tras día nos alientan a ello*, a evadir nuestros "problemas**" con banalidades constantes. Ahora, después de tanto tiempo sin vivir de verdad, sin centrar toda tu vida, | cada uno de tus movimientos en nada, hemos adaptado nuestra voluntad y nuestro corazón a vivir en nada. Porque... ¿Cuándo fue la última vez que reflexionaste sobre algo importante sin que te asaltara a la mente de manera involuntaria? ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que te diste un ultimátum?

*¡Dieta equilibrada! | ¿Te gusta conducir? | ...Seguridad para ti y los tuyos... O mejor: 'Superó sus problemas gracias a la práctica del yoga.'. Cualquiera con dos dedos de frente sabe lo que quiero decir...

**Problemas. Me encanta este término. Y aún me encanta todavía más el hecho de que se presente como problemas todas esas cosas en las que no nos interesa pensar. Pero ¿acaso es un problema tener, por poner el primer estúpido ejemplo, una duda existencial? ¿Es tal vez un problema vivir un amor no correspondido o una crisis de fe? ¿Pero en qué mundo vivimos que trata como negativo y problemático lo trascendente?

¿Qué es lo que realmente somos?

El pragmatismo es un invento maravilloso. Coge el cuarto trastero de nuestra mente y lo vacía de elementos disonantes, tira a la basura esos "objetos" que son tan inmensos que hacen que no podamos ver otra cosa que no sean ellos, pone en cómodo orden nuestra vida y esconde en el cajón más oscuro esas cartas, esas fotos y todas esas palabras que podrían hacer de nuestro día algo triste -importante-. El pragmatismo nos ayuda a olvidar lo que verdaderamente nos duele y a suplir con elementos realmente comunes nuestras necesidades más profundas. Ya lo creo que es maravilloso: Nos hace todo lo humanos que podemos ser, es la espada que más corta cuando necesitamos cortarnos a nosotros mismos y es el escudo que mejor bloquea todo lo que nos pueda, por exceso de luz reveladora, cegar. ¿Quizá fuera mejor ir tirando ese pragmatismo? ¿Asomar un poco la cabecita a esa luz que tanto miedo nos da (esa luz que ya tenemos dentro, que ya nos ha enseñado lo que somos pero que no queremos aprehender) y dejar de cercenarnos una cabeza que nos pueda hacer pensar constantemente, que pueda ayudarnos a vivir como lo que realmente somos, tal vez?;

Pero... ¿Qué es eso? ¿De qué estamos compuestos? O mejor, dejando la metafísica de lado: ¿Qué nos define? ¿Humanidad? Pero yo últimamente estoy viendo esta palabra como algo rastrero y destructivo. Me muero de la risa cuando alguna virtuosísima institución caritativa nos mendiga "humanidad", cuando día tras día el ser humano demuestra que su naturaleza es tan noble como la del perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Pero eso es otro tema que no viene al caso, ya que pretendo profundizar en el individuo y no en la especie. Ya he intentado antes ilustrarlo un poco. Obviamente, ni yo ni nadie en este mundo le puede decir a cada uno qué es lo que es, porque de nuevo, esta es otra pregunta a cuya respuesta uno mismo ha de contestarse | pero, amigo, lo que sí puedo decirte es cuando tú mismo te dices lo que eres. Eso, oh dioses, ya creo que puedo hacerlo:

Hagamos un par de ejercicios de memoria, quizá nos resulten reveladores: Recuerda, ¿cual fueron las últimas situaciones por las que caíste rendido con lágrimas en los ojos? ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que te sentiste no feliz, si no en paz con todo lo que te rodeaba? O quizá mejor que estar en paz: Que nada excepto una sola cosa tenía relevancia para ti. No pretendo llegar a unas conclusiones sentimentaloides, líbrame de eso porque cada uno, al fin y al cabo, saca sus propias conclusiones al respecto y desde luego yo no tengo la culpa de lo que unos y otros hayan vivido. Pero te haré más preguntas: Cuando después de una cena que se ha alargado, quizá en una celebración familiar o un festejo regional y habiendo bebido más de la cuenta, ¿en que has pensado cuando abrías la puerta de tu casa o deshacías la cama para meterte en ella? ¿Te viene ahora a la cabeza qué demonios asaltaba tu mente constantemente en ese último y pesadísimo viaje? Personalmente yo ya tengo las respuestas a estas preguntas, y me pasa algo curioso: Todas coinciden. Pero bueno, iré un poco más allá: Me olvidaré de las circunstancias eventuales y te preguntaré por lo cotidiano. ¿Sabes qué te digo cuando te hablo sobre esos segundos de tranquilidad que tienes dentro de la ducha, cuando ya has terminado pero te concedes un momento para disfrutar del agua caliente cayéndote encima? Entonces cualquier cosa te interrumpe... ¿Qué cosa es, que incluso dentro de ti te interrumpe? ¿En qué rayos piensas cuando estás preparando la comida, mientras troceas la cebolla? ¿Sabes de qué te hablo cuando mirando por la ventana te sorprendes al no ver nada? Mira, de nuevo te digo que yo no soy nadie para decirte que tal o cual cosa sobre tu vida es de una manera u otra, pero si te diré que si he aprendido algo es que nos parecemos entre todos mucho más de lo que yo, vanidoso empedernido, pretendería tan sólo imaginar. Acuérdate a qué te he evocado antes, a lo último y lo primero del día, y piensa que si lo último y lo primero del día por lógica está presente el resto de la jornada, de la semana, de toda nuestra maldita vida, es porque es importante. Quizá sea lo único importante para ti, y eres tú el que vive tu vida, con tus valores y tus prioridades. Yo nunca seré el que te diga que tiene que ser más importante para ti, eso te lo dices tú constantemente, pero -oh, sí, es cierto- qué inmensamente incómodo es*, y cuanto, cuanto y mil veces cuanto nos esforzamos para olvidarnos de ello con lo cotidiano que nos rodea.
*Porque pensar en lo que uno mismo se alimenta es incómodo.

De lo importante y lo inevitable

Quizá, tan sólo para este aspecto, tenga que tomar un tono más 'científico' para poder explicarme con claridad. ¿Es siempre lo inevitable importante, y es también inevitable lo importante? Primero me gustaría hacer una pequeña definición de lo que pienso que significa importante, y de remarcar el sentido de lo inevitable. Esto lo haré dentro de las fronteras de una relación sentimental para ejemplificar:


Inevitable es algo que tarde o temprano la relación va a tener que afrontar, como si todo sigue adelante irse a vivir juntos, o quizá tener unos ingresos para poder hacer ciertas cosas, tal vez afrontar una condición de salud demasiado grave como para ignorarla. Son las cosas que por mucho que la pareja se esfuerce va a tener que vivir.

»Importante es todo aquello que sin tener que existir por fuerza hace que una relación no sólo prospere, si no que merezca la pena. Importantes son cosas como la confianza, la empatía, la generosidad, el cariño y el esfuerzo. Son aspectos de la relación en general inmateriales.


»Conozco una pareja (llamémoslos Raúl y Nuria) en la cual la chica sufre una enfermedad incurable que tarde o temprano la matará. Este es sin duda un aspecto inevitable de esa relación, pues por fuerza no sólo Raúl habrá tenido que plantearse seguir construyendo una relación seria si al final (uno no muy lejano), Nuria le dejaría solo, si no que la propia Nuria, al enfrentarse al sentimiento de amor que Raúl le inspira también habrá tenido que plantearse si no era egoísta e incluso inhumano continuar con algo tan hermoso pero caduco sólo para uno de los dos. Raúl y Nuria me han dado su pequeña demostración de que lo inevitable no es importante. Nuria morirá, pero eso no les va a quitar ni una sola de las sonrisas y cariños que se dedican.


Existen, tristemente, ejemplos contrarios: No sólo parejas, si no personas que dan prioridad a las cosas inevitables y conforman sus relaciones y maneras de vivir alrededor de estas.


Ahora: ¿en base a qué pasan cada uno de nuestros días? Primero: Malas noticias, tú y yo vamos a tener que esforzarnos porque quizá toda esta funcionalidad sea útil, pero pesa demasiado poco como para dedicar un sólo segundo de nuestro esfuerzo real* a su existencia. Con el tiempo y las experiencias he visto como son cosas que nadie puede ignorar, pero no podemos evitarlas porque vivimos físicamente. Segundo: Malas noticias de nuevo, lo importante es completa y absolutamente prescindible. Todo lo prescindible que puede ser esa carta que te escribió tu madre, tan prescindible como lo son las sonrisas de tu pareja.

*Nadie come del aire. Todos y cada uno de nosotros necesitamos, por ser humanos, cubrir ciertas necesidades de la que no podremos divorciarnos hasta el día de nuestra muerte. Pero realmente... ¿Qué necesitamos? ¿Necesitamos ese empleo que nos dé más dinero y menos tiempo? ¿Necesitamos esa casa que garantiza gran cantidad de calidad de vida? ¿Necesitamos hablar inglés o tener Internet? La respuesta es clara: No. Trabajemos por nuestro futuro, y ahora esforcémonos por lo que realmente hay que esforzarse. Al César lo que es del César.

¿Es lo que rodea de importancia la vida de un hombre lo que nos ata a la inseguridad sobre si vivimos como debemos o mas bien como deseamos hacerlo?

La manada, la mayoría de nosotros, vivimos como nos place hacerlo. "Hoy pretendo tal, mañana cual. Esta cosa de aquí me molesta y esta otra me agrada." Conformamos nuestro día a día en base a nuestras apetencias y no en base a nuestros pareceres. "¿Qué es lo que yo creo importante? ¿Qué pienso yo que es prioritario no en mi vida, si no en la vida?" ¿Acaso nos hacemos estas preguntas? Las cosas que son prioritarias para cada uno en su parecer... ¿No deberían de serlo también en su vida? Pero vivir como pensamos que debemos hacerlo es lo más contrario a como deseamos hacerlo. Creemos, aquellos que nos planteamos, que vivir se tiene que hacer conforme a tales o cuales principios, unos que se confrontan directamente a nuestros deseos. Pero incluso nosotros, llenos de palabras grandilocuentes, seguimos haciéndolo todo como si no supiéramos lo poco que hemos descubierto.


»Si pretendo que para mí lo prioritario sea lo que veo como importante, como mis sentimientos, o mis creencias religiosas, o qué demonios sé yo... ¿Por qué, maldita sea, por qué vivo cómodamente en lo inevitable? ¿Por qué huyo siempre a este flotador que me salva del pensamiento, por qué acabo siempre en la masturbación obnubiladora que diluye lo importante en una nube de conformismo material? ¿Por qué no digo un día: "Qué diablos, voy a intentar descubrir qué es lo que pienso como prioritario en la vida y voy a intentar tomar decisiones en base a ello."? Nos resulta incómodo, entonces, pensar en cosas que nuestro cuerpo jamás necesita cubrir. ¿Será que las virtudes de lo importante signifiquen privaciones para la vida alegre, material, o para la vida práctica? No pretendo confundir términos, hay muchas cosas importantes que resultan cómodas para la vida, como el cariño mutuo o la confianza. ¿Pero que ocurre si a estas cómodas cositas las llevamos a su última frontera? ¿Qué ocurre con el cariño incondicional, con la confianza incondicional? ¿Nos dan tranquilidad y placer a nuestras vidas o realmente son cosas inmateriales por las que tengo que hacer un esfuerzo real y luchar conmigo mismo constantemente para contar con ellas? Quizá sea esto lo que más gracia me hace. Hablamos con una contundencia que pretende que, a ojos de los demás, nuestra integridad no conozca ningún tipo de fractura. ¿Pero qué ocurre cuando alguien lleva sus convicciones a la palestra y les da la importancia que se supone merecen? O mejor, la importancia que él* suponga que merecen: Los vemos como desequilibrados.

"Conozco tus hechos, que no eres ni frío ni caliente. Quisiera que fueras frío o, si no, caliente." (Apo. 3:15). Estamos rodeados de tibieza. Sabemos que es lo que está bien y que es lo que está mal, sabemos qué es lo importante en la vida. Sabemos, al menos, lo que pensamos que en nuestra vida es de absoluta prioridad frente a todo lo demás. Pero seguimos siendo tibios.


Son, definitivamente, las únicas cosas importantes cuando su presencia no es estacionaria, sino constante y arrolladora. Cuando cada noche me acuesto y eso está ahí, y cuando todas las mañanas me levanto y sigue estando ahí... ¿Entonces no se hace evidente que eso es lo único que merece?¿No se hace evidente que es de los sentimientos* de lo que me alimento y sigo viviendo, en vez de por el triste dinero? ¡Rápido, sí, enmascáralo como quieras!¡Sé feliz olvidándote de lo que realmente eres, dándole la espalda a tu esencia que tan infantil y vacua consideras ahora que has crecido y has comprendido que es algo que nunca podrás manejar como nave a tu antojo! Pero cuando el día de mañana comprendas que has perdido el tiempo (otra vez), tendrás que ser mucho más hábil para saber engañarte (¡otra vez!) y poder seguir viviendo esa acolchada y planificada vida de vacaciones en agosto y sexo los fines de semana (¿de nuevo?).

*Aquí vengo a referirme a ese 'alguien' que actúa con consecuencia.

*O ideales políticos, o fe, o lo que te sirva como ejemplo de algo mínimamente importante.

La Importancia Innecesaria

Quizá, tan sólo por un día, podríamos aceptar lo que realmente buscamos. Es un mal trago perder a un amigo, ver morir a alguien de tu familia y sentir como fuego todas las palabras que debiste darle. Es terrible ver como haces las mismas cosas mal, día tras día, sin poner el mínimo esfuerzo en cambiarlas o sentirte mala persona por no hacer ni un sacrificio por los demás:

Desmembremos la unidad, mutilemos nuestra mente con hipotecas absurdas y coches con cierres centralizados. Agrandemos nuestras bibliotecas de libros escritos por nosequién, vistamos ropas cosidas por viudas enfermizas y huérfanos tullidos. Comámonos el pesticida, trabajemos por llevarnos a la boca cerdo mutante y pescado cancerígeno. ¡Oh, mejor aún!, si lo vemos claramente y no nos gusta cambiemos de parecer como una fulana se cambia de bragas. Y si aún nos queda bolsillo e hígado, ahorremos para hacer un viaje allá donde la gente pobre vive comiendo de verdad para reírnos de ellos y colonizarlos con nuestra imbecilidad.

»Besemos el cielo de la ceguera, la tierra prometida es nuestra ganada con el sudor de nuestra frente, es nuestra por derecho propio.


Pero quizá, si tan sólo hiciéramos un esfuerzo... Un esfuerzo como el que nunca hemos hecho, porque nunca hemos hecho un esfuerzo real...






Postdata: He tomado el pseudónimo de Søren como tributo a Søren Kierkegaard, por su ejemplar forma de pensar, la cual me ha inspirado a escribir lo presente de la forma más sincera conmigo mismo.