El hombre basculado

Para vivir en equilibrio el hombre necesita tanto de un cierto grado de fortuna que le permita objetivizar y pluralizar sus convicciones y sus decisiones de forma humana -que no social-, como de una inteligencia lo suficientemente débil para ser consciente de su propia estupidez, | unas pretensiones de hacer de lo que no es, que sea;


La fortuna se puede definir aquí como un trabajo que le dé tiempo a uno a pensar más allá de la comida y el cobijo, una estabilidad sentimental que aparte distracciones dolorosas e innecesarias del día a día, o una salud que mantenga una actitud despierta y enérgica.


»La inteligencia, por el contrario, tiene el trabajo inverso y su función contraria. La facilidad de la suerte libera de cargas para favorecer* el desarrollo de lo que está para ocupar, esto es, el intelecto. Como ya he llegado a explicar, la inteligencia es peligrosa, casi nuestro peor enemigo, pero lamentablemente es también nuestra única herramienta para fortalecer la voluntad, encontrar las razones últimas y desenmascarar las acciones que tomemos como impulsos primarios. Es de hecho tan poderosa que puede alterar tanto como para mal (como antes he dicho), como para bien, la presencia del elemento fortuito, encontrando estabilidad en todo aspecto donde antes no lo había. El gran problema está en que cuando es demasiado fuerte es capaz de selectivamente | atacarse a si misma.


Y ahí se encuentra la lucha constante: Nuestra mente nos ayuda tanto y en la misma medida como nos entorpece, buscando y ocultando a partes iguales, a veces tomándolo todo y otras observando lo ligero, lo afrontable por la suerte. Pero cuando se rompe cierta barrera somos capaces de ocupar tantísimo de nuestro tiempo con estupideces que olvidamos la reflexión.


'Ahora estás jugando.


Estas perdido en la ignorancia

Al verte triste y alegre,

Cumplidor condescendiente.


Te ves hundido en este barco,

barquichuelo a la deriva

sin rumbo transparente.


Tu locura, tu negro pozo de amargura.

Ella te trae, te lleva,

de aquí para allá tu mente.


Ahora… ¡Ahora estás perdiendo!'


Pero todo esto está fuera de nosotros, ¿verdad? '¡Qué culpa tendré yo de ser como soy y de haber vivido las circunstancias que he tenido!' Que culpa tiene uno, al fin y al cabo, de su capacidad o de su buena o mala suerte. Entonces es cuando entra en juego la sinceridad. La sinceridad que te aparta tanto de la autoestima gratuita como del desprecio incondicional por uno mismo. Una sinceridad que, para ser francos, nos viene muy mal ahora, por enseñarnos qué nos hace llorar íntimamente, en lo más profundo de lo que somos… Mostrándonos en un solo gesto, por dejarnos la puerta abierta a la reflexión, tan ridículos y tan inmensos como podemos llegar a ser.

Es el hombre basculado el que dentro de sus capacidades y circunstancias es tan sincero consigo mismo como para captar su esencia y poder entonces mantenerse sobre si mismo sin olvidar que es hombre. Es basculado aquel hombre que puede vivir sin olvidar su fin.

*Que no permitir, importante. No es necesario, obviamente, contar con facilidades en todo aspecto mundano, porque de hecho también en esto la voluntad propia ha de intervenir si nuestra vida es demasiado sencilla con la ya muy mentada renuncia.