"¡Espera, he cambiado de opinión!"

Sinceramente, no pienso que haya que rechazar de pleno a la vida y mortificarse continuamente para hacer algo verdadero por nosotros*, pero también pienso sinceramente que nuestra naturaleza humana no está preparada para enfrentarse íntegramente a su propia identidad, tan consciente y plenamente realista, tan extremadamente inteligente:


Tras una vida sin percibir el telón de acero, una vida en la que nos acunamos y adormilamos en la condescendencia, es verdaderamente natural que en el instante que nuestra propia verdad nos golpee lo haga con tanta fuerza que nos haga sentir tan culpables para nosotros mismos, tan cobardes y miserables que queramos con absoluto deseo que todo revierta, que toda esa ignorancia esté de vuelta para envolvernos con el suave tejido de las excusas que nos hacía felices. Es verdaderamente real que en ese instante nuestro instinto nos cree un vacío, | una desazón infinita que constantemente pugne por devolvernos la tranquilidad a nuestras vidas, nuestros pequeños momentos de felicidad por los que hemos luchado tanto. Y esa desazón, mientras nosotros estemos en el filo de esta afilada navaja, siempre va a estar ahí, amenazándonos con el sufrimiento, dándonos sufrimiento y prometiéndonos su cura, luchando enconadamente por que cambiemos de opinión:


Es la desazón que nos tortura, en su sentido mas literal, para mutar nuestros pareceres profundos. Pero no podemos olvidar qué parte de nosotros agrede en este instante, porque si lo hacemos habremos perdido la batalla antes de empezarla.

*Si busco la bondad, no tengo por qué perderlo todo por ella. No, hay muchas cosas buenas que puedo hacer a mi comunidad: Comedores sociales, centros de inserción, apoyo a discapacitados... No tengo por qué poner la línea divisoria en un punto tal que mi vida no tenga un sostén para mantenerse, pero tengo que saber dónde está la 'sostenibilidad' y dónde la comodidad. ¿Hace cuánto que no nos esmeramos en encontrar esa línea?